jueves, 8 de abril de 2010

FILOSOFÍA - EL VALOR DE PENSAR...


La filosofía y el filósofo “dan que pensar”, “hacen pensar”, “le buscan las vueltas a las cosas”. Todo ello implica una actitud crítica sobre el presente. Y, como consecuencia, la duda y el análisis como fundamento, una interrogación constante. El filósofo es “alguien que contesta siempre a una pregunta con otra pregunta”. A quien asegure que el filósofo no sabe nada, se le da la razón. Ahí radica la grandeza de una filosofía que, afortunadamente, no tiene respuestas definitivas.

Pero que rastrea, desbroza, abre caminos. Se mueve, en suma, por la frondosa selva de la realidad. Y nos orienta. El hombre necesita más preguntas que respuestas. Muestra que ahí está la filosofía para “determinar la jerarquía de los acontecimientos, el orden de los valores, así como las zonas de sombra, los límites que en cada momento la humanidad ha ido percibiendo, no siempre con acierto, como infranqueables”.

El filósofo reivindica la funesta manía de pensar. Es decir, la feliz manía de pensar. La búsqueda sin término. La filosofía, además de sorprendernos con sus ruegos, preguntas y sospechas, invita a discurrir porque quizá nada sea lo que aparenta. Podría decirse que el autor reclama el “pienso, luego existo” en detrimento del “piensan por mí, luego existo” que, como una plaga, se extiende en nuestro
tiempo.

La filosofía reafirma la idea universal del hombre como ser racional, reflexivo, discursivo e histórico. Una tarea que hoy se nos antoja urgente a la vista de los que han convertido la ignorancia, la banalización, y la impostura del contraconocimiento en una patología crónica. Es por esto que hoy consideramos vital retomar el “valor de pensar” y convertirlo en nuestra manera de caminar por este mundo. Recuerda: pensar es gratis...

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